domingo, 29 de junio de 2014

La duda filosófica

Duda, amigo mío, de lo que no comprendas o no conozcas por ti mismo. Investiga. Examina. Reflexiona. Piensa por ti mismo.  Esa es la instrucción que debe seguir no sólo el Aprendiz, sino todo masón sin importar su grado, porque sólo cuando desaparecen las dudas es que llegamos a la verdad de las cosas.
 
El motor del grado de Aprendiz es la duda filosófica y ésta representa a la ignorancia. Para salir de ella lo único que necesitamos es el conocimiento de nosotros mismos. La duda no es negación ni afirmación a priori, es sólo un estado de conciencia en el que no tenemos elementos para negar o afirmar algo.
 
Es a partir de la duda filosófica que la Masonería nos ofrece un método tan sencillo como antiguo para nuestro perfeccionamiento intelectual. Es un método que tiene como finalidad formar pensadores independientes deseosos de llegar por su propio esfuerzo al discernimiento de la verdad.
 
En esencia, los tres grados del simbolismo están consagrados a la adquisición de la habilidad en el uso de la herramienta masónica, es decir, de la reflexión filosófica humanista, a partir del estudio y discusión de los temas de cada grado y de interés profano. Es solamente, cuando está en plena posesión de dicha herramienta, cuando el Maestro Masón puede actuar eficazmente sobre él mismo y la sociedad.
 
El método masónico es totalmente distinto a cualquier otro, puesto que en vez de exigir el aprendizaje de tales o cuales postulados y principios, estimula el libre examen, la expresión libre, la discusión ilustrada, el desarrollo de la imaginación y el pensamiento propio y constructivo, como medio para conseguir que cada quien llegue por su estudio independiente y meditación profunda, a sus propias conclusiones lógicas y a la afirmación de sus convicciones.
 
Por tanto, este método, usa ampliamente del símbolo y de la alegoría, pero no ofrece de ellos ninguna explicación fija o dogmática, sino que deja en libertad al iniciado para que ejercite sus propias facultades deductivas e inductivas para descifrarlos y aprender -por sí mismo- las provechosas lecciones que encierran.
 
El pensamiento filosófico es, por definición, crítico y argumentativo, y conduce a los adeptos al conocimiento e interpretación de los símbolos y mensajes rituales, propiciando que obtengan su significación real y profunda, y sólo así adquiere una vivencia plena para quien los piensa y trabaja constantemente.
 
Como resultado, cada masón palpa pronto los frutos de su perfeccionamiento intelectual al notar que se ensancha extraordinariamente su manera de ver la vida, se le despiertan aptitudes dormidas, surgen expectativas de mejoramiento y entra plenamente en el camino que lo transforma en guía y benefactor de la humanidad.
 
La historia nos enseña que de la Masonería han salido, en todos los tiempos, hombres de gran visión, acrisolado altruismo e inagotable energía, que han dado a la humanidad sus más grandes impulsos de progreso. Para descubrir estos caminos, necesitaron nutrirse de la duda filosófica, no de la certeza dogmática; precisaron examinar lo que no es típico, en vez de contentarse con lo usual y corriente. Se decidieron a recorrer las sendas supuestamente prohibidas para el pensamiento y descubrieron las nuevas soluciones a los problemas irresueltos.
 

El libre pensamiento

Se entiende por libre pensamiento la acción de la razón, la experiencia, la observación y la prueba, como únicos medios dignos de crédito para la determinación de la verdad. En consecuencia el libre pensador rechaza toda autoridad que se oponga a la razón, ya sea aquella de un hombre, la de un libro o la de una organización basada en la revelación, los milagros o la tradición.
 
El librepensador no puede, pues, limitarse a negar simplemente todo lo que no resiste el toque de la razón, sino que debe extender el conocimiento humano a la luz de sus principios. Para que sea fructífero, el librepensamiento debe aplicarse no solamente a alumbrar a la humanidad, sino a resolver los problemas sociales.
 
Al enfrentarse con estos problemas, los librepensadores deben tener presente la necesidad suprema de logar para todos, sin distinción de sexo, de raza o nacionalidad, una igualdad suprema en el ejercicio de sus derechos y en el cumplimiento de sus deberes.
 
Un librepensador es aquél que tiene un criterio propio, basado en experiencias por él vividas. Teniendo un caudal de conocimiento empíricos y objetivos, tiene la suficiente solidez para no basarse en conocimientos ajenos y puede emitir entonces un juicio propio, de aquello que él es, o bien un juicio acerca de qué tan objetivamente es el universo que lo circunda. Un librepensador jamás dará un juicio subjetivo, pues se basa en lo verificable y comprobable.
 
"Sabed que el que no piensa o no examina, que el que jura en las palabras de otro y se abstiene de investigar si lo que se le enseña o ha enseñado es cierto, no es un hombre, es una máquina. Dudad, amigo mío, de lo que no comprendáis o no conozcáis por vos mismo" (Texto de la ceremonia de iniciación del Aprendiz de Mason, del Rito Escocés Antiguo y Aceptado)