domingo, 6 de julio de 2014

El humanismo

Como corriente filosófica y literaria el humanismo surgió en Italia en la segunda mitad del siglo XIV y se convirtió en la característica fundamental de la cultura del Renacimiento. Para el humanismo es característica la oposición a la concepción medieval del mundo con su teocentrismo y la reorientación hacia los valores humanos y la dignidad del hombre, la visión del hombre como medida principal de todas las cosas.
 
El núcleo de la concepción del mundo humanista la constituye el reconocimiento de que el hombre es, en sus múltiples manifestaciones, libre. Esta libertad se contrapone a la autoridad y a la dominación del Estado, a las instituciones religiosas, al sistema social feudal, a la jerarquía social tradicional, etc.
 
El humanismo prepara la transformación del hombre. Es posible que una de las ilustraciones más claras del credo humanista sea la especie de oración alegórica del filósofo renacentista Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494), cuando en su "Discurso sobre la dignidad humana" puso en boca del Creador  las siguientes palabras con las que quiso compendiar los motivos de la eminente nobleza del hombre al crearlo:
 
"No te he dado una morada permanente, Adán, ni una forma que sea realmente tuya, ni ninguna función peculiar, a fin de que puedas, en la medida de tu deseo y de tu juicio, tener y poseer aquella morada, aquella forma y aquellas funciones que a ti mismo te plazcan. Tú, sin verte obligado por necesidad alguna, decidirás por ti mismo los límites de tu naturaleza, de acuerdo con el libre arbitrio que te pertenece y en las manos del cual te he colocado. No te he hecho ni divino ni terrestre, ni mortal ni inmortal, para que puedas con mayor libertad de elección y con más honor, siendo en cierto modo tu propio modelador y creador, modelarte a ti mismo, según las formas que puedas preferir. Tendrás el poder  de asumir las formas inferiores de vida, que son animales; tendrás el poder, por el juicio de tu espíritu, de renacer a las formas más elevadas de la vida, que son divinas".
 
Es obvio que este reconocimiento infinito del carácter valioso del hombre y de su libertad podría surgir solamente en el nivel más alto de civilización y desarrollo humano. Eso no significa que el humanismo sea sólo un fenómeno perteneciente a la cultura occidental. Los elementos humanistas son propios de la herencia espiritual de todos los pueblos, prácticamente a lo largo de toda la historia de la humanidad. Se trata en este caso, de la existencia en cada cultura de las tendencias que se contraponen a la oposición y sojuzgamiento del hombre y que defienden su grado de independencia, de la libertad de su voluntad.
 
Para los pensadores del Renacimiento, el hombre sintetiza todo lo que existe, todas las realidades del mundo. El ser humano es un microcosmos y a medida de todo él mismo y de todo el macrocosmos. Más aún, el ser humano es un eslabón mediador entre Dios y el mundo que garantiza la unidad entre el ser cósmico y el ser fenomenal.
 
Actualmente el concepto de humanismo es uno de los más indeterminados y contradictorios. Hoy el término humanismo se utiliza comúnmente para indicar la tendencia del pensamiento que afirme la centralidad, el valor, la dignidad del ser humano, o que muestre una preocupación o interés primario por la vida y la posición del ser humano en el mundo.
 
Con un significado tan amplio, la palabra humanismo da lugar a las más variadas interpretaciones, y en consecuencia, a confusión y malentendido. La palabra "humano" ha sido adoptada por muchas filosofías que -cada una a su modo- ha afirmado saber qué y quién es el ser humano y cuál es el camino correcto para la realización de las potencialidades que le son específicas. Así, encontramos el concepto "humano" en el humanismo histórico, en el humanismo existencial, en el humanismo marxista, en el humanismo cristiano, en el humanismo universalista y en el antihumanismo.
 
Vale decir que toda filosofía que se ha declarado humanista ha propuesto una concepción de naturaleza o esencia humana, de la que ha derivado una serie de consecuencias en el campo práctico, preocupándose por indicar lo que los seres humanos deben hacer para así manifestar acabadamente su "humanidad". Hoy son pocas y de momento poco escuchadas, las voces que se alzan para proponer a los seres humanos una nueva comprensión de su "humanidad".  Ciertamente, mucho se habla de derechos humanos -sistemáticamente avasallados-, de "naturaleza" humana -descrita siempre en forma vaga y contradictoria- de la correcta ubicación del ser humano en el mundo natural, especialmente a causa de los tremendos problemas ecológicos actuales.
 
No obstante todo, es evidente que nuestros tiempos asisten a un eclipse del humanismo. Por cierto que ésta no es una situación nueva: las corrientes humanistas, presentes ya al comienzo de la civilización occidental, muestran un comportamiento ondulatorio: aparecen en determinadas épocas y desaparecen luego para reaparecer nuevamente. Así ocurrió con el humanismo antiguo que se desarrolló en las escuelas filosóficas griegas y romanas, que fue opacado durante diez siglos por el cristianismo medieval, para luego reaparecer con fuerza en la época del Renacimiento. A su vez, el humanismo renacentista fue perdiendo ímpetu hasta ser desplazado por las filosofías antihumanistas de los últimos siglos.
 
Si las cosas están así, no es utópico pensar que pueda surgir una nueva corriente humanista capaza de contrarrestar la crisis actual, caracterizada por la pérdida de sentido de lo humano y agravada por ela prospectiva de la catástrofe global, con todas sus aterradoras alternativas.
 
 
 

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